GATAKI

La gata “Gataki” con Donald Trump en un montaje realizado por Manuel Ramírez.

La función primordial del ciudadano es luchar contra la estupidez pública y privada. “

Hace una decena de años una gata presuntamente abandonada entró en casa y se quedó. Encarna alertó a las tiendas de animales y veterinarios del barrio, por si aparecía un dueño despistado y, pasado un tiempo, la trató y le impuso chip y nombre. Como todo el mundo sabe ya, se llama Gataki.

Cuando la miro hoy, observándome en la distancia con ese desprecio tan gatuno, me cuesta trabajo creer que unos malvados inmigrantes de Zeus sabe dónde pretendan merendársela con una loncha de no-queso entre panecillos. Pero me cuesta mucho más tragar que hay un candidato a presidir el mundo que afirme tal barbaridad sin que el sistema de salud mental lo aparte de la sociedad antes de producir mayores males: Povera America!

Cuando era pequeño y probablemente mi edad acabara de llegar a los dos dígitos, vivo todavía el dictador, un compañero de clase me dijo que los comunistas querían la hoz para cortar la cabeza de los niños y el martillo para machacarla. Yo, que no tenía ninguna filia de izquierdas ni en mi ser ni en mi entorno, lo juzgué ridículo y redundante y, por tanto, carente de toda credibilidad. Para ahorrarle la ignominia de la memoria no os diré que el chico se llamaba Francisco.

A Paco le perdí la pista, pero estoy en condiciones de asegurar que no se ha presentado como candidato a la presidencia de ningún país poderoso. Sin embargo, parece que EE.UU. sigue siendo el país de las inmensas posibilidades, donde un simple botones de un banco puede llegar a presidente de la corporación financiera (No cito ningún ejemplo, porque ahora no me viene a la cabeza, pero seguro que los hay a manojitos sufriendo en silencio sus almorranas).

O quizá sea el país de las inmensas imbecilidades, capaz de mantener en lo más luminoso del candelabro a un tipo mentiroso, faltón y peligroso que no distingue entre la realidad y sus deseos tanto de la parte superior como inferior de su ajado cuerpo. El problema es que la estupidez funciona, porque a los receptores de estímulos nos encanta el dolce pensar’ a niente. La objetividad cede a la subjetividad, la realidad a los miedos, la verdad a los infundios. En la política nacional y en nuestra tierra de María Santísima lo vemos cada día: la verdad de los datos es solo una opinión más.

Siempre había pensado que la función primordial del maestro era luchar contra la estupidez pública y privada: son malos tiempos y, por tanto, hay que cambiar el algoritmo, que ahora podemos definir como la función primordial del ciudadano es luchar contra la estupidez pública y privada. No podemos dejar toda la carga a los sufridos enseñantes. Y me vuelvo con Gataki, que me anda haciendo carantoñas y está para comérsela.

Pedro A. Jiménez Manzorro. Profesor jubilado de Latín, Filosofía
y Lengua Castellana y Literatura. Ha traducido textos de teatro clásico latino. 

2 comentarios en “GATAKI”

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