La Boda de Tetis y Peleo Jacques Jordaens
Soy un imbécil. He impartido clases regladas (a veces al pairo, a veces contra viento y marea) desde 1985 en materias que conjugan, mal que bien, las palabras y el pensamiento a chicos de toda naturaleza, extracción y sexo, poniendo exquisito cuidado en arrinconar cualquier posible tirria para dejar tersa la razón. Y, oh divina y nunca suficientemente valorada Eris, resulta que hoy triunfan en nuestra sociedad el odio, la inquina y la animadversión. Da igual que se trate de la envergadura de Lalachus, el inglés de las canciones navideñas, las ayudas sociales o la sonrisa de la ministra.
¡Con lo bien que se me da a mí despotricar! Intoxicar con pesimismo lo hago incluso con cierta gracia. Mefisto, debo confesar, gayumbea toscamente en mi presencia. Cuando estaba en la Escuela, alguien con mayor saber me asimiló al ácido sulfúrico: “Niño, eres como el vitriolo, que todo lo corroe”. Al final de mis días, frente a los blancos muros de Celebrimbor, me doy cuenta del canalla cabrón que se ha perdido la sinrazón española.
Podría, por ejemplo, haber negado el cambio climático o la esfericidad del planeta Tierra, afirmado que Franco era un héroe inmaculado o que la dana se produjo porque el gobierno había abierto unas compuertas para inundar a los pobres valencianos, ofreciendo mejor nota a los chicos que contestaran de acuerdo con mi soberbia y desinteresada libertad de cátedra. Así, sin más, sin presentar alternativas ni dudas razonables. Y, mordido ese anzuelillo, proclamar con rotundidad el imposible matrimonio de peras y manzanas, ridiculizar la evolución de las especies y prohibir que en mi presencia alguien osara pronunciar siquiera la palabra heliocentrismo. Pero todo esto de forma que se hubiera notado desprecio y rencor, incluso con algún insulto y sarcasmo ruin, para que se reconociera la convicción propia y la ajena estupidez. España en estado puro.
No hay manera de encontrar en este país ni en sus partes alegría y sosiego. Unos siguen con su peculiar homenaje a don Antonio (“De diez cabezas, nueve/ embisten y una piensa”) intentando ya, para lo que queda, cuadrar el círculo. Todo les parece mal, nihil malum alienum, lo que debe de andar produciendo placer en los suyos, asco en los extraños y una cordillera de indiferencia entre los que no pastan en ninguno de esos pardos prados. Otros, lejos ya de asaltar y apurar cielos, pretendo, nos piden que nos dediquemos al noble arte de cavar trincheras, a ver si esta vez no pasan. Y sinceramente, ni es lo mismo ni es divertido ni engancha una mierda.
Queremos derrotar los odios con propuestas alegres y positivas, divertirnos con la ciencia y el conocimiento, admitiendo errores para no cometerlos más y criticando aquello que no se sustenta en la verdad.
Cuenta la leyenda que hace eones el grito de Vi-va la vida_alegre y divertida se adueñó de una juventud vociferante dispuesta a construir su realidad con colores de dichosa prosperidad y respeto al conocimiento. No importa quiénes fueran aquellos difuntos, sino que podemos adueñarnos de su vieja buena nueva: queremos derrotar los odios con propuestas alegres y positivas, divertirnos con la ciencia y el conocimiento, admitiendo errores para no cometerlos más y criticando aquello que no se sustenta en la verdad. Habrá que salir al balcón para salir al paso de inteligencias manipuladoras y jueces injustos, pero, sobre todo, habrá que inundar de luz y color, sin complejos, a hijos, alumnos, discípulos y amigos. ¿Estás ahora, porque es ahora el momento, lo suficientemente imbécil para engancharte?
Magnifico texto, compañero. Y enhorabuena, por el extraordinario uso del lenguaje. Usar el lenguaje con inteligencia es tambien una excelente manera de ennoblecerlo. Me quedo con ese “España en estado puro”. Y sobre todo con ese alegato, tan osado y valiente para los tiempos que corren, de “derrotar los odios con propuestas alegres y positivas”. Felices Fiestas.
Muchas gracias, Manuel