Mis recuerdos con Juan Bosco

El bigote de reminiscencias clásicas del hombre que está junto a mí en la barra ha encanecido con la espuma de la cerveza que compartimos mientras miramos los leves surtidores que, de tanto en tanto, surgen del vaso de coquinas que está frente a nosotros y nos salpican los brazos o la cara mientras en el fondo del mismo se va depositando una fina capa de arena. “No hay que hacer nada, sólo hay que estar ahí para que sientan que no están solas” contesta despacio, mirándome desde detrás de las gafas, cuando le expongo que Inma reclama mayor presencia mía en casa a raíz del nacimiento de nuestra primera hija, aunque luego no me deja hacer casi nada que tenga que ver con ella. Su respuesta, como tantas otras veces, me deja pensando en las implicaciones de la misma y aclara y pone luz en la cuestión. El hombre del bigote es mi amigo Juan Bosco y, en ese momento, hacía ya diez años que nos habíamos conocido a raíz de mi trabajo en el periódico.

Juan Bosco junto a su mujer, Concha. Fuente: Colección particular

El periódico…. En septiembre del año 1976, recién acabada la carrera de Magisterio, comencé a trabajar en El Correo de Andalucía y conocí a Juan Bosco Díaz-Urmeneta quien, junto a Chinarro, un jesuita, y algunos encausados en el proceso 1001, habían sido los encargados, abierta o clandestinamente, de la composición de las páginas de laboral del periódico que entonces pertenecía al obispado de Sevilla (ya se sabe que la barca de Pedro tiene habilidad, según soplen los vientos o convenga, de bogar a babor o a estribor) y que, frente al monárquico ABC, pasaba por ser “prensa progresista”. Yo era un joven militante del “partido” y él un responsable sindical y político que se ocupaba de tareas de comunicación en el todavía ilegal PCE y en las CC.OO. y coordinaba muchas de las innumerables, a veces también interminables, reuniones que manteníamos para tratar de ordenar las acciones contra la dictadura. Luego, tras mi despido del periódico, me requirió para formar parte del equipo que puso en marcha en Sevilla, y desde las CC.OO., las primeras elecciones sindicales tras la muerte del dictador. Acudir a él ante cualquier problema o urgencia era tener la seguridad de que, se solucionaran o no, las cosas se acababan entendiendo. En una especie de buhardilla en la parte alta de aquel local pequeñísimo del sindicato en la calle O’Donnell, que llamábamos “el palomar”, descubrí otra faceta fascinante del amigo Bosco: su capacidad para generar equipos de trabajo y hacer que, en poco tiempo, funcionaran autónomamente; así lo hizo con el equipo que nos ocupábamos entonces de la confección del Realidad, el periódico del sindicato en Sevilla donde, en aquel momento casi seminal de mucho de lo que vendría después, coincidimos bajo su batuta gente diversa y distinta: Carlos, Reyes, Pilar, Maca, Manolo, Pepe…y hasta yo mismo.

Poco después, conseguida ya la oposición de EGB y estrenándome como maestro en Bellavista, donde él y la querida Concha aún vivían, volvió a hacerlo: nos juntó a José Luis Márquez y a mí y conformó, bajo sus directrices, el equipo que habríamos de llevar las campañas, primero del referéndum de la Constitución (diciembre de 1978) y más tarde las primeras elecciones municipales en democracia (abril de 1979), en la Sierra Norte de Sevilla. Meses de intenso trabajo, llevando documentos, conformando las listas, trasladando a gentes para los mítines como Aurora León, Paco Acosta, Lola Porras, Fernando Soto…, y teniendo que salir a escape en alguna ocasión porque el “¡sh, sh, que vienen, que vienen…!” era, en esos días y en algunas zonas de la sierra, algo más peligroso que una simple coletilla irónica de los rojos. Y Bosco siempre estaba ahí, escuchando nuestras propuestas, perfilando las acciones, ordenando el calendario, aportándonos seguridad y confianza a base de confiar en nosotros, tan jóvenes y con tantos kilómetros en las ruedas de viejo Dos Caballos.

Seguimiento del golpe de Estado de 23F de 1981 en la sede de la presidencia de la Junta de Andalucía.
Juan Bosco con la periodista Pilar del Río
Fuente: Archivo Histórico de CCOO de Andalucía. Foto J.J. Ruiz Benavides.

La relación con Bosco siempre fue más allá de la política. Él me inició en la lectura de la novela negra y su profundo contenido social. Coincidíamos a veces en la librería Pretil que estaba entonces en la parte alta de la calle Muñoz y Pabón, muy cerca de las columnas romanas de la calle Mármoles. Allí me dirigió hacia Chandler, Hammett, Mc. Donald, Westlake, Thompson…, pero, sobre todo, a Chester Himes, escritor negro nacido en Misuri que vino a morir en Moraira, Alicante, dejándonos por el camino la denuncia de la discriminación racial y laboral a través de muchas de sus obras, pero, por encima de todas, las novelas ambientadas en Harlem y protagonizadas por los irrepetibles “Ataúd Johnson” y “Sepulturero Jones”. De los de aquí siempre destacó a Vázquez Montalbán con quien estuvo un día en Casa Senra y vino admirado de su capacidad para comer pescado y trasegar manzanilla.

Ya en los 80, incorporado plenamente a la docencia, continuamos manteniendo  el contacto, éramos vecinos casi colindantes en ese pueblo en medio del centro de la ciudad que era por entonces el barrio sevillano de La Alfalfa, y recuerdo lo que le gustaban las historias de algunos de los alumnos de compensatoria que, por la época del referéndum de la OTAN,  yo atendía en el Polígono Sur, especialmente las de un alumno llamado Ramiro, Ramirito, con una dura historia a sus espaldas que él, pese a la corta edad, traducía en una sanísima “mala leche de clase” como alguna vez comentamos. Nuestro colaborador JM refleja de manera acertada esto que digo en algunas de sus aportaciones a nuestro REDES DICE.

Fue por esos años también, con su incorporación al ayuntamiento de la Algaba, que Bosco comienza a trabajar en la que probablemente fue su gran pasión, el arte y, sobre todo, el arte contemporáneo. De esa época son las extraordinarias exposiciones que organiza en la Torre de los Guzmanes del vecino municipio de La Algaba, emblemático edificio del siglo XV que, de su mano, se llenó durante varios años de tremenda actualidad pictórica: Zóbel, Gerardo Delgado, Pérez Villalta, Chema Cobo…. Le recuerdo ahora una noche, desde la cubierta superior de la torre, explicándonos a Inma y a mi cómo aún se podía apreciar en el trazado del viario, que se exponía entero a la vista desde aquella atalaya, el rastro de los antiguos barrios musulmanes, judíos o cristianos.

A partir de nuestro traslado fuera de Sevilla el contacto se fue distanciando, pero nunca se cortó. Vino, junto a la querida Concha para quien nosotros siempre fuimos “los chicos”, a conocer la nueva casa en el Aljarafe desde cuya terraza, y también en el crepúsculo, me estuvo hablando de cómo la belleza y la dureza se mezclaban indisolubles en el paisaje de olivar que se exponía a nuestros ojos desde la terraza y que a él, no recuerdo ahora por qué, le traían memoria de su infancia.

Paisaje de olivares desde la localidad de Gines que se cita en el texto. Fuente: Colección particular.

Y mientras mis hijas crecían y mi actividad se iba centrando exclusivamente en la docencia le seguía llamando y me lo seguía encontrando por Sevilla, normalmente en salas de exposiciones o en museos o caminado hacia sus clases en la universidad. Seguía sus certeras críticas en la prensa sobre las exposiciones en el CAAC o en los distintos museos o salas; visitar esas exposiciones guiados por sus textos era garantía de poder ver más allá de lo expuesto. En 2014, en la exposición que, comisariada por él, dedicó el CAAC a Carmen Laffón, le pedí que hiciera de guía de la misma para los socios y amigos de REDES y accedió con gusto dedicándonos una tarde en la que gracias a su generosidad pudimos apreciar matices de las obras, el recorrido histórico de la pintura contemporánea sevillana, historias de algunos de los cuadros, anécdotas, …

Juan Bosco, junto a varios miembros de REDES, durante la visita a la exposición de Carmen Laffón organizada en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo el 27 de Noviembre de 2014.
Fuente: Archivo fotográfico de REDES.

Siempre he pensado que el amor y la amistad comparten una característica, la gratuidad del afecto profundo y hondo que conllevan, quiero decir que la verdad de ambos sentimientos no es atribuible a causa racional; es cierto que podemos intentar racionalizar lo que sentimos, es más, en muchas ocasiones en muy conveniente hacerlo, pero siempre, con todas las razones que expongamos a nuestro entendimiento, existe un plus de algo inexplicable, gratuito como dije.  

Hoy se habla mucho en la izquierda de la necesidad de incorporar “los cuidados” en la acción política, de enfrentar el humanismo inherente a los mismos a la ferocidad individualista, arrasadora y depredadora que la ideología capitalista intenta, y en buena medida ha conseguido, imponer en las relaciones sociales. Bosco sabía todo esto y lo llevaba a la práctica cotidianamente en los diferentes marcos profesionales en que trabajó, Así lo dejaron patente las distintas personas que compartieron labores con él y que intervinieron en el Acto Civil que tuvo lugar tras su fallecimiento.

Acto civil celebrado en Sevilla el pasado 23 de julio en memoria de Juan Bosco.

Ahora que Bosco nos dejó, demasiado pronto como ocurre con todos los seres que amamos, he buscado y he querido compartir estos recuerdos  de la relación con él en diferentes etapas de mi vida, consciente de que sin su contacto esta hubiera sido muy diferente y, con seguridad, mucho más pobre.

Juan Bosco Díaz-Urmeneta falleció el pasado 22 de Julio en Sevilla.

Andrés García Díaz, maestro y socio de REDES.

5 comentarios en “Mis recuerdos con Juan Bosco”

  1. Magnifico y emotivo, texto. Hay siempre en nosotros una reivindicacion de la amistad como si fuera un sentimiento incluso más noble que el amor, precisamente por lo que Andrés llama gratuidad. La gratuidad de la amistad es la forma extraordinaria de la generosidad hacia las personas que fueron en nosotros luz. El texto de Andrés viene a decirnos eso: que decir amigo es preciosamente esa misma luz… Enhorabuena, compañero!!

  2. Interesante y emotivo artículo sobre Juan Bosco . Me ha encantado esa reivindicación que efectivamente Juan Bosco siempre mantuvo del
    un sentido humanismo en la política y valorar las emociones en su justo termino sin llegar a la ñoñería. Un abrazo

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