Trileros

Suelo estar atento a las conversaciones que se producen a mi alrededor aunque no me hayan dado vela en ese entierro, no por un afán de chismorreo, sino más bien por una tendencia innata a la observación que va más allá de la cháchara dialéctica. Como el saber a veces produce dolor, esto de tener puesto el radar dialógico me proporciona en más ocasiones de las deseadas unas heridas y desgarros de los que me curo –o lo intento- interviniendo en dicha conversación si las condiciones me lo permiten o escribiendo sobre ello. Permítanme, pues, la licencia y el desahogo.

El pasado sábado 23 de septiembre, en uno de los corrillos de padres y madres previos a la disputa de uno de esos miles de partidos de fútbol base que se disputan en todos los rincones de la geografía patria, escucho algo así como “pues muchos alumnos del instituto se han ido a la CEU”. Aclararemos los términos antes de avanzar: ‘instituto’ designa a un centro público de una localidad del Aljarafe sevillano y ‘CEU’ se refiere a un centro privado ubicado en Bormujos (Sevilla) perteneciente a la Fundación San Pablo Andalucía CEU. En esta ocasión no me es necesario buscar una rendija por la que colarme en la conversación, porque soy parte del corrillo. Pregunto ingenuamente por la razón de ese estipendio, porque argumento con irónica candidez que a nadie la apetece en principio gastarse mensualmente una cantidad de dinero simpática en un centro educativo privado cuando puede dejar a sus retoños en uno público gratuito –maticemos que ‘gratuito’ aquí, como todos sabemos, significa ‘pagado con los impuestos de todos’-. La respuesta es inmediata e indubitada: “Porque así tienen mejor media para la EBAU” -Evaluación del Bachillerato para el Acceso a la Universidad; es decir, la antigua Selectividad-. Entonces me acuerdo de una pareja amiga que envía a su hija al mismo CEU bormujero a hacer 1º de bachillerato desde otro centro público del Aljarafe, porque los progenitores consideran este gesto/sacrificio económico como una inversión de futuro, más o menos en la misma línea argumentativa de la portavoz de los exiliados al CEU.

Noticia aparecida en ElDiario.es el 15-6-23. Puedes leerla completa aquí

No sé qué hay de cierto en esta idea de que en los centros privados se inflan las notas del alumnado para que llegado el tiempo de la EBAU jueguen con mejores cartas y, consecuentemente, alcancen esas plazas imposibles en Medicina, Biotecnología o Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, por poner algunos casos llamativos. Quiero pensar que la ética profesional del profesorado que imparte clases en estos centros privados y la de sus cuadros directivos -¿a estos también se los llama CEOs?- está por encima de estos cuchicheos callejeros. En cualquier caso, lo cierto es que las empresas del ramo se aprovechan de estos dimes y diretes para engordar sus cuentas de resultados y para crear, de paso, unas expectativas en sus clientes que, insisto, me niego a pensar que sean ciertas. Pero esta idea está en las conversaciones, en la rumorología, es vox populi (perdón por lo de vox), y mueve de forma consciente o inconsciente a un chantaje nada despreciable.

No obstante, este fenómeno ‘rumorológico’ no es más que la punta del iceberg de una tendencia, la de prestigiar en el ámbito educativo lo privado y concertado –tanto monta- frente a lo público. No se trata de algo de ayer, sino de un fenómeno que viene ocupando el inconsciente ideológico colectivo desde hace bastantes años gracias al influjo pegajoso neoliberal, pero que durante el último lustro, exactamente el que coincide en Andalucía con la presidencia de Juanma Moreno ‘el campechano’ –¡los dioses de la educación nos protejan de todos los así apodados!-, se ha extremado peligrosamente.

Más allá de la inoperancia de la Consejería, puesta de manifiesto en las vergonzosas fintas para aplicar las leyes educativas comunistas y bolivarianas que vienen de Madrid, esas que aún no han tenido el detalle de, por ejemplo, borrar de los diseños curriculares la seudomateria denominada Religión –la que sea-, lo realmente preocupante es la insoportable contradicción de introducir en los centros materias ultra modernas y robotizadas sin apenas medios materiales, la deficiente atención por escasez de personal al alumnado con dificultades de aprendizaje o con altas capacidades, el escandaloso cierre de cientos de unidades públicas mientras se blindan las concertadas o la alarmante falta de plazas públicas de Formación Profesional en una Consejería que lleva precisamente como segundo apellido en su nomenclatura lo de Formación Profesional –recordemos: ‘Consejería de Desarrollo Educativo y Formación Profesional’-, déficit que aprovechan inmediatamente para hacer caja centros como el CEU de Bormujos ofertando plazas privadas de FP. Esta ignominiosa lista de desplantes a la educación pública podría alargarse si escarbamos un poco más en la actual realidad educativa andaluza –y también en el resto de España, especialmente en Madrid-.  

Página de Facebook de los Salesianos de Triana anunciando la visita del Delegado Territorial de Educación.

En este ámbito, también hay que atender al espacio de lo simbólico, que a veces, por un desliz o por todo lo contrario, resume mejor que las medidas concretas de una administración los principios ideológicos que la guían. Me refiero en esta ocasión a un acto cargado de simbolismo como es la inauguración del curso escolar, para la que el delegado educativo de la Junta en Sevilla eligió un centro privado-concertado de la capital hispalense donde, ya que estaba allí, no desaprovechó la ocasión para darle un empujoncito elogioso al ramo privado-concertado personalizado en la institución que lo acogía. Evidentemente, no era el momento ni el lugar –o sí- de denunciar el ‘impuesto revolucionario’ que muchas de estas instituciones cobran a sus usuarios o, dicho de otro modo, para insistir en la gratuidad de la enseñanza concertada, por ejemplo, sino que más bien procedía postrarse “a los pies de nuestra madre Auxiliadora”, como reza la entrada en Facebook de este populoso centro privado-concertado hispalense y trianero, ya que como todo el mundo sabe la solución a los problemas del sistema educativo andaluz pasa por la intervención divina de María Auxiliadora, como su propio nombre indica.
En el fondo de todo esto que hemos apuntado hasta ahora, metafórico o no, abracadabresco o no, se encuentra un asunto clave, un concepto esencial y constitucional, la igualdad, esa misma que, a propósito de la más que probable investidura de Pedro Sánchez y de una fantasmagórica amnistía, la derecha ultra y la ultraderecha han reivindicado para todos los ciudadanos españoles independientemente de la comunidad autónoma en que habiten. Cualquiera que atienda a la realidad real –a las medias en el bachillerato, a las notas de corte de la universidad, a la atención que recibe mi hijo con TDAH en el colegio,…-, es decir, quien no se deje cegar por los focos mediáticos ni por la miopía ideológica sabe que la igualdad de la que hablan las derechas de este país está hecha de la misma naturaleza del cartón piedra, de los brindis al sol o de la retórica hueca, a pesar de que se ampare pretendidamente en la Constitución. Si todos los españoles somos realmente iguales y esa es la auténtica pelea de las derechas, entonces cada domingo de otoño, con un énfasis similar al que exhibieron el pasado 24 de septiembre, deberían convocar a la ciudadanía en las calles de Madrid para ponerle fin a la explotación laboral y a la precariedad que esta provoca, para denunciar las rebajas fiscales a los más ricos, para reivindicar una vivienda digna para todos, para reclamar calidad y acceso igualitario a unos servicios públicos básicos, entre los que se encuentra, como todo el mundo sabe, la educación.
Donde de verdad se la juega la igualdad es precisamente en el terreno de la educación, por su condición de principal nivelador social. Mientras que las políticas educativas se empeñen en ponerle descaradamente la alfombra roja al sector privado-concertado y, por consiguiente, se deslice y empape entre la población la idea de que el nivel inicial de renta de las familias es el que va a determinar los itinerarios educativos; mientras se le siga bailando el agua a la patronal educativa acudiendo a sus centros para inaugurar el curso escolar; en definitiva, mientras los gobernantes sigan haciéndole cortes de manga a la igualdad real de oportunidades desde el mismo sistema educativo, todas las proclamas mediáticas acerca del amor a lo público, en general, y a la educación pública, en particular, no habrá quien se las trague.
Resulta que no era tan complicado descubrirle el truco a los trileros. Lo que duele y cuesta trabajo entender es por qué siguen ahí.

Juan Carlos Sierra Gómez. Profesor de Lengua y Literatura en el IES Pésula de Salteras.
Su último libro es Ciclotímicos (Editorial Sílex).

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