RUBIALES Y EL “SÓLO SÍ ES SÍ”

Como sabemos, “El beso” del presidente de la Federación Española de Fútbol Luis Rubiales a una de las jugadoras de la selección española en la entrega de la Copa de Campeonas del Mundo ha suscitado un extenso debate que pareciera no parar de crecer. Supongo al lector -así que no insistiré- al tanto de la cuestión, ya que los medios de comunicación llevan dedicándose a ello toda la semana, cuando casi comenzó con la crítica desde posiciones feministas, que el propio Rubiales se encargó de descalificar de forma torpe y chulesca, sin pararse a pensar en la deriva que el tema podría y ha acabado por generar. Resulta muy curioso y llamativo que de todo ese debate que tiene muchas aristas, apenas se hable de la cuestión desde el punto de vista jurídico en una vertiente que Javier Pérez Royo, Catedrático de Derecho Constitucional, ha calificado muy acertadamente como “Un delito de libro” (LEER AQUÍ). Seguramente Luis Rubiales “no se paró a pensar” y ni siquiera se le pasó por la cabeza de que lo que hacía fuera eso, un delito de libro.  

Recuerdo que durante los Sanfermines de este año apareció la noticia de que un grupo de jóvenes habían sido detenidos por tocamientos a una joven. Digamos que la noticia apenas destacaba que a esos jóvenes seguramente tampoco se les pasó por la cabeza que iban a ser juzgados por la nueva ley que endurece las penas referidas a ese tipo de casos porque pone el foco del delito en el consentimiento. Las cosas parecen ocurrir porque tienen que ocurrir, casi podríamos decir. Así que de aquella Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual, conocida por la ley del “sólo sí es sí” y que debía venir a proteger y empoderar a las mujeres, pareció quedar sólo el recuerdo del ataque furibundo de la derecha que con la complicidad de los medios de comunicación más reaccionarios inocularon en la población el rechazo cuando no el odio más feroz hacia ella. Todos fuimos testigos de cómo se dedicó más tiempo a desprestigiar la ley y a la crítica despiadada contra la ministra Irene Montero, que a hacer pedagogía, es decir a informar y debatir de verdad sobre ella para que la población la conociera y estuviera eso, “informada”. 

Hacer pedagogía es una expresión habitualmente extendida entre políticos y comunicadores y tiene que ver en el fondo, claro está, con la educación. Pero una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace. Llamémosle simplemente coherencia. Y digamos también que cuando no se hace Pedagogía, falla la educación  y vence la ignorancia. Por eso a Luis Rubiales, al igual que a los jóvenes de los sanfermines “no se les pasó por la cabeza”, “no se pararon a pensar”, que estuvieran cometiendo delito alguno, en el caso de Rubiales; o si acaso una leve falta en el caso de los referidos jóvenes. Que todo fue la consecuencia normal de la euforia, del entusiasmo del momento, que todo eso es, pues eso: “normal”. Y en eso mismo parece seguir insistiendo una gran parte de los medios de comunicación y por ende de la opinión pública incapaces de salir de ese círculo pantanoso de ignorancia y de “normalidad”.

No sabemos hacia dónde derivará este debate. Pero a mí me gustaría que el caso Rubiales “derive” hacia su judicialización; en general no me gusta que la vida ordinaria se judicialice, pero en este caso creo en su valor ejemplarizante. Me gustaría que fuera así, pero también preveo que así será. Permitidme esta fe un tanto ingenua. Al fin y al cabo y como todos sabemos -o deberíamos saber- la ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento. O como se decía insistentemente cuando el procés contra los políticos catalanes: “Las leyes están para cumplirse”. Y en esas estamos porque un beso a una mujer o tocamientos sin su consentimiento son delitos de libro, porque hay una ley que así lo dice y que no lo considera para nada “normal”. Y una ley que debe estar para cumplirse y así defender a las víctimas.

Me gusta que las cosas ocurran y que después el azar se encargue de venir a arreglarlas. Porque lo que ocurre es que la ley del ”Sólo sí es sí” era -es- una ley valiente que ponía el foco en esos comportamientos machistas que hemos “normalizados”, pero que suponen una agresión y un ataque a la dignidad de los mujeres y que el feminismo ha sabido colocar en el centro de la conciencia ciudadana llevándola al Parlamento y convirtiéndola en ley. Recuerdo que en aquel debate siempre se me quedó la perplejidad de cómo habíamos asumido como normales que a una mujer se le toque el culo en el autobús o en el metro aprovechando las aglomeraciones, o que se les acosara o acercaran intimidándolas; o simplemente se les importunara. Me preguntaba sobre cómo habíamos consentido que eso ocurriera con las mujeres, si todos estamos dispuestos a “partirle la cara” a quien se atreva a incomodar a nuestra mujer, a nuestra hija o a nuestra hermana. ¡En qué paranoia vivíamos como hombres para invisibilizar o normalizar esas conductas hacia la mujer! ¡En qué desquicie social vivíamos para criticar al movimiento feminista que venía a defender a nuestras mujeres -algo que nos correspondería a nosotros- para que eso no ocurriera en la calle, en los lugares de trabajo, en las discotecas, en cualquier parte!

Pues digamos que sí, que en el caso Rubiales se debe llegar hasta el fondo y que sea encausado por cometer un delito de libro. Que se convierta en un caso ejemplarizante -creo que alguna jugadora así lo ha pedido- para así reforzar los objetivos de esta ley que no son otros que nuestras mujeres (todas son nuestras mujeres) tengan una vida más segura y por lo tanto mejor. Y que de la misma manera, al igual que la campaña mediática contra la ley ha traído como consecuencia el aumento de las actitudes y delitos  machistas, el caso Rubiales se convierta en el motor de una campaña que reivindique la defensa de la ley de modo que los principios que la rigen se fortalezcan en la conciencia ciudadana.

“¿Por qué no podría ocurrir algo así esta vez? Sería como un cuento… Nos decimos un poco a la manera de “el héroe” de Tagore. Algunos lo llamarían “Justicia poética”. A esa misma justicia poética me agarro para desear que ojalá los efectos ejemplarizantes de este caso conduzcan también a nuestra sociedad a valorar y aplaudir la causa del movimiento feminista, a reflexionar sobre sus aportaciones en beneficio de nuestras mujeres, Y de camino que esa misma sociedad reconociera su valentía y rehabilitara socialmente a la ministra Irene Montero tan injustamente y tan injustificadamente vilipendiada.

Una respuesta a “RUBIALES Y EL “SÓLO SÍ ES SÍ””

  1. Magnifico y didáctico artículo. Sólo puntualizar que el beso no consentido se produjo en Australia. En los presuntos delitos ocurridos en el extranjero no tienen competencia nuestros tribunales. Se tendría que poner la denuncia penal en Australia y desconozco su legislación al respecto.

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