Si hoy es miércoles, Dolores Álvarez te invita a leer
Últimamente leo más en digital que en papel, por cuestión de espacio y por comodidad. Comodidad al comprarlo, comodidad al llevar varios ejemplares en un solo dispositivo… porque es fácil portearlo en el bolso, porque consultas el diccionario de forma rápida, porque puedes subrayar aunque hayas olvidado el lápiz, porque puedes compartir un pequeño trozo en las redes…en fin, por comodidad.
Hace unos meses, casi al unísono, salieron tres libros de tres amigos virtuales con los que, casi a diario, comparto ideas, textos y artículos de nuestros respectivos blogs. Dos de ellos me los leí rápidamente, uno fue «Hiperconectados» de @JordiJubany y el otro «Empantallados» de @smoll73 , solo me quedaba por leer el de @salvaroj «La educación que deja huella» que no había salido en digital. Ya he comentado que los libros en papel ya no sé dónde guardarlos, de todas formas me picaba la curiosidad y lo estuve buscando los primeros días en Sevilla y días después en Barcelona y en Girona, donde estaba de viaje, y no lo encontré. Me decidí a comprarlo en Internet donde estaba asegurada su existencia. Lo compré el lunes, me llegó el martes a las dos de la tarde y terminé de leerlo el miércoles a primera hora de la mañana, algo me entretuvo por la tarde y no lo pude terminar de una sentada.
Como verán ustedes, por la secuencia temporal que os acabo de relatar, el libro me ha encantado, he disfrutado con su lectura y he vivido personalmente cada una de las ideas que Salvador iba relatando y exponiendo, ha sido un verdadero acto de comunicación que en ocasiones podemos disfrutar entre el escritor y el lector, como relata @Manu___Velasco en su prólogo, he hecho mías cada una de las ideas que nos va transmitiendo para mejorar la educación y cada uno de los momentos difíciles en que se encuentra la escuela en este siglo XXI. Considero importante lo que el autor escribe pero lo verdaderamente importante es aquello que a mí me llega, aquello que yo asumo y guardo en mi conocimiento. El libro de Salvador ha superado mis expectativas con respecto al mismo aunque estoy acostumbrada a leerlo en las redes y sabía que no me iba a defraudar.
Me entusiasma la idea de poner a los educadores y las educadoras como «perseguidores de sueños y utopías» porque eso significa que creen que otra forma de educar es posible y que avanzando podemos llegar algún día a decir que nuestro alumnado está formado de manera integral para defenderse como ciudadanos y ciudadanas ante la sociedad y el entorno que les rodea, aportando sus ideas de forma crítica, ejerciendo sus derechos y cumpliendo sus deberes, eso significará que hemos dado una verdadera educación democrática, esa que tanto nos habla Freire. De esta forma podremos decir que la educación es importante y que tendrá poder para transformar el mundo en el que vivimos. «Todos los que creemos en la educación tenemos la obligación de luchar por mantener una escuela de calidad que forme a personas capaces de hacer un mundo mejor, tenemos el deber de demandar un sistema educativo que dé una respuesta eficaz a las necesidades reales de la sociedad» (p. 18)
«Las redes sociales y el mundo digital han facilitado compartir información y experiencias… dando lugar a un gran número de acciones colectivas y cambios en las formas organizativas y en las instituciones tradicionales» (p.24). La educación no puede volver la espalda al mundo de Internet ni a la cultura digital, son una oportunidad que debemos aprovechar y para eso el profesorado debe formarse, actualizarse, ponerse en consonancia con los tiempos en los que vivimos. De nada nos sirve tener muchos «cacharros» en clase si después seguimos impartiendo horas aburridas de forma tradicional, sometidos a los libros de texto, en la mayoría de los casos descontextualizados, si seguimos practicando una «educación bulímica», como la llama María Acaso, en la que se engullen conocimientos y después se vomitan en un examen y se olvidan.
Hay que repensar metodologías que vayan acorde con los medios que disponemos, tenemos una ventana abierta al mundo que hay que saber aprovechar. Las redes sociales, las pantallas, las pizarras digitales… todo eso nos dan una oportunidad de hacer otro tipo de educación en la que el alumnado investigue, trabaje en grupos, se relacione con otras culturas, vea que las paredes de la clase son ahora transparentes… en definitiva que se emocione con lo que aprende y que construya su propio conocimiento. Ciudadanos y ciudadanas a los que la educación le deje huellas para poder desarrollarse y no cicatrices que nos impidan adaptarnos a la sociedad cambiante en la que vivimos «Capaces de participar activamente de la sociedad, con espíritu crítico e infinita capacidad de adaptación a los retos que se les planteen en el futuro» (p. 31)
El autor nos habla sobre tópicos que pueden dejar cicatrices:
- El silencio, la quietud y la soledad son condiciones inherentes al aprendizaje
- Aprender en la escuela es necesariamente aburrido y necesita obligatoriamente de un punto de sacrificio por parte del alumno, que debe disciplinarse para sobrellevar el aburrimiento
- Todos debemos aprender lo mismo y de la misma forma
- Los alumnos tienen la mente en blanco, vacía si se entiende como un recipiente, y debemos llenarla de datos
- Los niños sueñan con dragones y pelotas; las niñas con princesas y muñecas
Cada uno de estos enunciados daría para titular una nueva entrada, evidentemente en el libro se argumenta por qué debemos olvidar cada uno de ellos. Hay que cambiar la forma de educar «Las consecuencias de no cambiar la manera de educar son tan nefastas que el hecho de no hacerlo es un acto de irresponsabilidad que ningún educador puede permitirse» (p.38)
Educación emocional y valores son tratados por el autor de una forma clara, redundando que ese el camino para alcanzar una verdadera transformación en nuestra forma de educar y como valores esenciales para conseguir el cambio en la escuela del siglo XXI, acercándonos más al alumnado y a su realidad circundante. Nos enumera diez valores esenciales que hay que ir trabajando y desarrollando tanto en las familias como en los centros educativos: Flexibilidad, curiosidad, autonomía, emprendimiento, creatividad, tolerancia, cooperación, responsabilidad, transparencia y entusiasmo.
Nos habla de creatividad, de cooperación, de innovación, de escuela y de docencia. Todo está claro para el cambio en la escuela, la emoción por aprender y el cambio que debe perseguir la educación para la transformación de la sociedad. No quiero desvelar más porque os invito a la lectura de este libro, si vuestra intención es seguir amando la educación y seguir luchando con justicia por una transformación de la sociedad cambiante, a velocidad de vértigo, que estamos viviendo.
Para finalizar nos deja diez propuestas concretas para cambiar la educación que nos pueden servir de ayuda en estos momentos de cambios:
- Dar más voz al alumnado
- Abrir el aula a otras voces
- Plantear retos
- Potenciar el espítitu crítico y el carácter emprendedor
- Trabajar las emociones
- Ir más allá del conocimiento de las materias
- Integrar las TIC
- Fomentar la lectura
- Fomentar el trabajo colaborativo
- Reformular la manera de evaluar
Concluyendo, este libro es altamente recomendable para aquellas personas preocupadas por la mejora de la educación, docentes, familias, agentes sociales… porque en la educación de nuestro alumnado influimos todas las personas que estamos a su alrededor.
«… lo más importante para el desarrollo de un niño no es la cantidad de información que se consigue meter en su cerebro durante sus primeros años. Lo crucial es si somos capaces de ayudarles a desarrollar un conjunto diverso de cualidades entre las que se incluyen la perseverancia, el autocontrol, la curiosidad, la meticulosidad, la resolución y la autoconfianza». Paul Tough