RELEYENDO “LA ESCUELA DE LA IGNORANCIA” DE JEAN CLAUDE MICHÉA

Releyendo el delicioso panfleto de Jean Claude Michéa, “La escuela de la ignorancia”, en su publicación española de Ediciones Acuarela de 2002, no he podido resistirme a copiar literalmente una de sus notas al pie, y publicarla aquí. Se refiere al significado de ignorancia. Aunque él la publica en 1999, no ha perdido ni un ápice de actualidad.

Observaciones sobre el concepto de ignorancia.

Entendemos por “progreso de la ignorancia” no tanto la desaparición de los conocimientos indispensablesen el sentido denunciado habitualmente (y, muy a menudo, de forma justificada), sino el declive constante de la inteligencia crítica; esto es, la aptitud fundamental del hombre para comprender a un tiempo elmundo que le ha tocado vivir y a partir de qué condiciones la rebelión contra ese mundo se convierte en una necesidad moral. Ambos aspectos no son completamente independientes, en la medida en que ejercer el juicio crítico exige bases culturales mínimas, empezando por la capacidad de argumentar y el dominio de las exigencias lingüísticas elementales que toda “neolengua” está destinada a destruir. Sin embargo, es necesario diferenciar uno y otro tipo de ignorancia, puesto que la experiencia cotidiana nos muestra que un individuo puede saberlo todo y no entender nada. Sin duda, es lo que quería decir Orwell cuando en su Diario de guerra escribe: “Si gente como nosotros comprende la situación mejor que los supuestos expertos, no es porque tenga poder alguno para predecir acontecimientos concretos,  sino porque puede percibir la clase de mundo en que vivimos”. La base epistemológica de esta distinción, es, naturalmente, la imposibilidad manifiesta para reducir la actividad de la Razón al simple uso de una base de datos por la que se podría navegar libremente. Al no tener en cuenta esta distinción, la sociología ministerial no tiene reparos en pretender –por medio de errores metodológicos de uso– que “el nivel (de la enseñanza) aumenta”. Y ello cuando todos los datos disponibles indican que, en los países industrializados, la juventud escolarizada es cada vez más permeable a los diferentes productos de la superstición (de la antigua astrología a la moderna New Age); cuando su capacidad de resistencia intelectual frente a las manipulaciones mediáticas o al bombardeo publicitario disminuye alarmantemente y cuando se le ha enseñado con eficacia admirable una sólida indiferencia hacia la lectura de los textos críticos de la tradición.

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