Si hoy es miércoles, Dolores Álvarez te invita a leer
Tengo que admitir que la obra me produjo en un principio cierto desasosiego porque veía mucha negatividad en todo lo que iba transmitiendo el autor, casi estuve a punto de dejarla por ejercer mi derecho de lectora, como dice Pennac. Pero a su vez me producía curiosidad al leer tanta discordancia con lo que estoy acostumbrada a considerar positivamente, sobre todo en lo referente a grandes pedagogos que han ido iluminando mis pensamientos y mis prácticas docentes. Por otra parte no era el primer libro que leía del autor y me extrañaba esa posición tan cerrada a los grandes de la Pedagogía. Sus ideas me parecían buenas en:
«Elogio de las familias sensatamente imperfectas»
Es por ese motivo por lo que decidí continuar con su lectura y llegar a ver el final de sus planteamientos que sí son más acordes a lo que realmente estaba acostumbrada en cuanto a ideas del autor. En el fondo es que creo que no iba entendiendo su sentido irónico al hablar de los popes que se dedican a vender mucha palabrería que no están fundamentada en una práctica seria y con una evaluación de la misma que hagan refrendar dichas prácticas como exitosas para la reproducción en las aulas.
Sinopsis: Un perfecto análisis de la educación actual para animarnos a volver a una escuela en donde el conocimiento valioso y las prácticas soportadas por evidencias sean realmente el eje. Porque con la escuela no se juega. Si la escuela, como dicen, está en crisis, no es porque sea una institución vetusta, sino por haber olvidado su noble función: la de reducir, en el mínimo tiempo posible y en el mayor número de alumnos, la distancia entre la ignorancia y el conocimiento poderoso. Estamos viviendo unos tiempos pedagógicamente extraños y, en ocasiones, estrictamente estúpidos. Si estúpido es aquel que carece de una representación crítica de su ignorancia, bien merecen este título quienes se jactan de fomentar el pensamiento crítico mientras aplican de manera poco crítica metodologías sin soporte empírico o, en algunos casos, con evidencias empíricas que los impugnan. ¿Qué otro adjetivo merece el desprecio del conocimiento en los centros de enseñanza y el énfasis en la diversión y la felicidad por sí mismas? Hoy, en los tiempos de Google, se insiste en que ya no hay conocimientos poderosos, sino buscadores potentes y competencias fluidas. Si es así, los débiles quedan desamparados y la escuela, al perder los argumentos para defender su nobleza, intenta ocultar sus imperfecciones empeñándose en ser entretenida. Ahora bien, ¿esos niños que no hallarán en ningún sitio lo que no encuentren en la escuela, no se merecen algo más que una escuela divertida? (Ariel, 2020)
Gregorio Luri Medrano nació en Azagra (Navarra) en 1955, pero reside en El Masnou (Barcelona) desde 1979. Maestro de profesión, obtuvo la licenciatura en Ciencias de la Educación y el doctorado en Filosofía en la Universidad de Barcelona. Ha publicado numerosos libros de política, filosofía y pedagogía, entre los que destacan La imaginación conservadora, La escuela contra el mundo, Mejor educados, ¿Matar a Sócrates?, El cielo prometido y Elogio de las familias sensatamente imperfectas, todos publicados en Ariel. Actualmente colabora con el proyecto de educación Aprendemos Juntos.
En definitiva, nos encontramos con una crítica hacia los nuevos sistemas que inducen a llevar una u otra práctica sin estar experimentada ni evaluada, delante de niños y niñas que a lo mejor es lo único sensato que escuchan durante el día. Por este motivo, Luri reivindica el conocimiento poderoso para que la escuela sea compensadora de desigualdades sociales y nos lleve a esa transformación de la sociedad por parte de toda la ciudadanía sin que sean solo los sectores socialmente favorecidos los que tengan esa oportunidad.
No quiere decir esto que la escuela se dedique a ser solo transmisora de conocimiento y se olvide de todo lo demás, no, lo que el autor trata de decirnos es que hay que dar un cuerpo de conocimiento que haga crecer a las personas para que no reproduzcan los esquemas que en sus ambientes, desfavorecidos culturalmente, están acostumbrados a vivir.
El conocimiento poderoso es el que lleva a la motivación, el que educa la atención, el que da cuerpo a la posibilidad de un pensamiento crítico, el que da seriedad a los aprendizajes y transmite la importancia del conocimiento, de esa forma la escuela deja un «resíduo intelectual» para el futuro que seguro que no se olvidará de las emociones y las aventuras vividas en la escuela pero que no solo con ellas puedo montar mi trabajo, por eso en la obra se reivindica el conocimiento poderoso, el que te hará grande en tus ideas.
«¿Se es consciente del efecto que produce en los docentes experimentados la constante introducción de innovaciones que, al poco tiempo, son sustituidas por otras sin que nadie evalúe nada?».
Me sigue chocando la crítica que se hace a grandes pedagogos que han trabajado en beneficio del bien de sus respectivas comunidades, creo que defender el planteamiento que se hace en la obra no exigía menospreciar lo que otros han hecho en sus diferentes contextos.
Muy interesante la Cronología de las ideas pedagógicas que hace al final del libro, nos muestra las ideas en un orden temporal para que los lectores saquen sus propias conclusiones.
Esta entrevista a Gregorio Luri en el Diario de la Educación, el 29/06/2020, nos ayudará a entender el planteamiento de la obra del autor. «Si a los niños pobres la escuela no les da conocimientos ¿quién lo hará?