En un alarde circense o en una suerte de birlibirloque, Juanma Moreno ha marcado en rojo el día 4 de diciembre y se ha sacado de la manga una celebración algo exótica para estas latitudes, la del día de la bandera andaluza, que suena a lo que suena y a su contrario. Me explico.
Por una parte, eso de enarbolar banderas, de envolverse en banderas, de decorar las muñecas con banderas, de proclamar, en definitiva, el patriotismo individual a través de la exhibición de símbolos textiles patrios o regionales (o cofradieros o rocieros o deportivos o….), se ha convertido en epidemia desde que nos metieron en eso que llamaron el procés (léase /prusés/) y que desembocó en el ya histórico 1 de octubre de 2017, día en el que Cataluña disfrutó durante unas horas de una efímera y esperpéntica independencia. Esta epidemia de enseñas, quizá más alarmante que la de la COVID-19, afecta fundamentalmente al ala derecha del espectro social y político, pero eso no ha impedido que no pocos en el flanco izquierdo se hayan sumado a este frenesí banderil, aunque la mayoría de estos siga insistiendo -¡menos mal!- en que el patriotismo de verdad se demuestra pagando solidaria y proporcionalmente impuestos en esa tierra a la que tanto se quiere y que se lleva además simbólicamente en la muñeca, en el ojal de la chaqueta, en el filo del cuello del polo o directamente en el corazón.
“….eso de ondear la bandera andaluza y celebrarla oficialmente ha sido más propio de una izquierda algo desnortada, porque como todo el mundo sabe, aunque por tradición política e histórica reciente pocos lo practiquen por estos lares, la izquierda es internacionalista y abomina de los nacionalismos, de todos los nacionalismos sin excepción,…”
Por otra parte, eso de ondear la bandera andaluza y celebrarla oficialmente ha sido más propio de una izquierda algo desnortada, porque como todo el mundo sabe, aunque por tradición política e histórica reciente pocos lo practiquen por estos lares, la izquierda es internacionalista y abomina de los nacionalismos, de todos los nacionalismos sin excepción, que han sido el verdadero cáncer del siglo XX y siguen siéndolo en lo que llevamos del XXI. Eso de apuntarse a las filas del nacionalismo andaluz flameando con honores festivos la bandera andaluza desde el balcón de San Telmo ha sido asimismo más propio de ese cajón de sastre que era el andalucismo del partido de Rojas Marcos, Pedro Pacheco, Luis Uruñuela y compañía, y que acabó como acabó. Los de la cuerda de Juanma Moreno nunca han sido de este palo, sino más bien del de aplicar el palo a aquellos izquierdistas despistados y a estos derechistas algo desviados del sur, esos primos redichos y un pelín impertinentes con ínfulas de cuñados. Sin embargo, el PP andaluz acaba de caer en la cuenta de que ese espacio no lo acaba de ocupar nadie, ni siquiera Teresa de Cádiz, y puestos a rebañar votos, por qué no pasearse festivamente el 4 de diciembre envueltos en la bandera andaluza, cantando el himno y reivindicando la figura de Blas Infante, ese al que sus abuelos negaron el pan y la sal, e incluso la vida.
Y puestos, en fin, a celebrar, hagámoslo en las escuelas andaluzas, ese otro cajón de sastre de la administración educativa y de la transversalidad mal entendida; y, ya que estamos, publiquemos para ello una Instrucción el 21 de noviembre de 2022 a través de la Dirección General de Ordenación, Inclusión, Participación y Evaluación Educativa de la Consejería de Educación -¡perdón, de Desarrollo Educativo!-. Que sea un texto bien florido, algo retórico y con su pizquita bien sesgada de fundamento histórico, que establezca fechas más o menos inconcretas en torno al domingo 4 de diciembre, que además se incluya un Anexo con enlaces a recursos variados para la correcta celebración del día de la bandera andaluza, pero que no se mencione por ningún lado al malagueño Manuel José García Caparrós, el joven de 18 años que el día 4 de diciembre de 1977 en plena manifestación en favor de la autonomía andaluza murió asesinado por una bala de la Policía Armada. Por favor, que no se toque a los muertos, que no se remueva ese pasado doloroso para no echar sal en viejas heridas. Es como si el presidente andaluz se hubiese imbuido del espíritu de su jefe gallego cuando este sin pudor alguno propone para las víctimas de la máquina represora del franquismo y para sus familiares el silencio vergonzoso y atronador de las cunetas y de las fosas comunes.
O a lo mejor se trata de un gesto de esa moderación y buenrrollismo que han llevado al PP a su primera mayoría absoluta en Andalucía. Puede que Juanma Moreno o en su nombre Almudena García Rosado, directora general autora de las citadas instrucciones e inspectora de educación, no hayan hecho mención de este crimen, porque aún no está claro qué pasó con García Caparrós, porque resulta que al cabo de los cuarenta y cinco años de su muerte en la Alameda Colón de Málaga todavía no se ha desclasificado la documentación que podría esclarecer este asesinato y darle de paso un poco de paz a sus hermanas, por no hablar de aquello de la justicia y la reparación. También pudiera ser que todo esto tuviera un cariz ideológico, una intención perversa de arramblar con todo lo que no les convenga ideológicamente, de sembrar con bulos o medias verdades, a la manera del neoliberalismo más burdo, la historia reciente y contarla como a ellos y a los de su cuerda les interesa. No sé. No pega con el talante moderado, conciliador y amable de Juanma Moreno.
En cualquier caso, no son celebraciones de este tipo lo que necesita la educación andaluza, sino que la Consejería del ramo, se llame como se llame, haga su trabajo: que publique de una vez los textos legales que concreten la aplicación de la LOMLOE en Andalucía, para no tener al profesorado, al alumnado y a las familias como pollos sin cabeza; que no hagan trampas en los procesos de escolarización echando mano del 10% de plazas sobrevenidas antes de que ‘sobrevengan’, algo así como hacerse trampas al solitario; que atiendan a la ILP presentada para bajar definitivamente la ratio en la escuela pública andaluza, a pesar de las zancadillas que le puso el gobierno de Juanma Moreno a sus promotores durante su tramitación -no le pinta a Juanma ‘El Amable’ proceder de esta manera-; que deje de sobrefinanciar a la escuela concertada y privada, directa o indirectamente; que aumenten las plantillas en general y se sumen nuevos perfiles profesionales como los sanitarios; que la atención a la diversidad no se fije con criterios cuantitativos, sino cualitativos; que se dote a la Formación Profesional Básica de recursos suficientes para evitar la expulsión definitiva de gran parte del alumnado que la cursa, que suele encontrarse en condiciones de vulnerabilidad muy llamativas; que….
Pero lo han conseguido. En la estrategia neoliberal de la distracción, del totum revolutum, de las baratijas y de las chucherías ideológicas, han logrado tenernos entretenidos con la bandera, que al fin y al cabo es para lo que sirven las banderas, los himnos, los desfiles,… Y aquí ando escribiendo sobre este asunto festivo, textil y cromático tan baladí.
Extraordinarias banderillas que espero y deseo sean banderazo de salida para una toma de conciencia de los fines que el poder político, éste y los que le precedieron, adjudica a la escuela, la memoria y las banderas.