Ya lo dijo el poeta: “De todas las historias de la historia/ la más triste sin duda es la de España… “. Las historias tristes pueden serlo por muchos motivos. La nuestra es por una continuada y profunda frustración: demasiados retrocesos…
Demasiados retrocesos es la frase que inmortalizó nuestro Ramón Carande y que también se convirtió en el titulo de un libro de Santos Juliá. El poder de las palabras es tan grande que utilizadas sabiamente lo dicen todo sin apenas necesitar explicar nada. Lo dice la historia del constitucionalismo español: a pequeños avances le siguieron siempre fuertes retrocesos. A la Constitución de 1812, “La Pepa”, tan efimera, le siguió el regreso del absolutismo de Fernando VII; a la Constitución de Ia I República, una de las más avanzadas en derechos de su época, le sucedió la larga Restauración borbónica; a la Constitución de la II República, la violenta y larga Dictadura franquista. Siempre así; a periodos cortos de avance progresista, periodos largos de retrocesos en la construcción de la convivencia democrática. Pues eso; que demasiados retrocesos significan a la larga demasiado retraso…
Quizás por todo ello, como excepción que confirmara la regla de la historia, nos sorprenda este periodo tan largo por duradero de la Constitución de 1978; y quizás también por ello deberíamos estar alerta a la posibilidad de un nuevo retroceso porque las fuerzas reaccionarias que siempre protagonizaron el regreso al pasado más rancio siguen estando ahí al acecho, y después de un periodo de descanso parecen dispuestos a resucitar los viejos fantasmas de siempre bajo nuevas fórmulas y nuevas máscaras.
Es verdad que la historia nos habla de grandes capítulos, pero apenas dice de lo que piensan o sienten los ciudadanos que conviven con los hechos. A ese mundo sólo podemos acercarnos a través de la memoria, que siempre es historia de vida. “El mundo de ayer. Memorias de un europeo” de Stefan Zweig es un libro donde “la memoria es una fuerza que ordena a sabiendas”. De ahí su lucidez extraordinaria para decir y contar la ceguera de aquellos tiempos de entreguerras donde la gente “no supo ver”; y también para decirnos y contarnos a nosotros mismos porque toda memoria lo es también sobre la propia historia de la condición humana.
Qué escribiría Stefan Zweig -me pregunto- sobre los acontecimientos que estamos viviendo en España y sobre la deriva de la derecha contra el gobierno de coalición usando para ello todo lo habido y por haber y hasta la propia Constitución de todos, apropiándosela.
Acudir a la historia nos puede servir para afirmar que hay un balance incuestionable: demasiados retrocesos. Pero ese balance de la Historia depende de quien la cuente y nunca nos contaron la historia así. Descartada la historia por un desconocimiento y ocultamiento interesados, acudamos a la memoria, porque hay también una España de la memoria que nos sirve para hacer también balance y afirmar que todos los avances y la extensión de los derechos democráticos han sido siempre impulsados por la izquierda y que la derecha siempre se ha opuesto a todos ellos: ley del divorcio, aborto, universalizacion de la seguridad social, matrimonio homosexual, eutanasia…
Es la Historia y es la memoria. Y dicen que hay que mirar al futuro con la vista puesta en el pasado. Así que miremos al futuro y preguntémonos qué futuro podemos entrever como democracia y como país ante esta falta de conocimiento de nuestra historia y nuestra desmemoria que la derecha usa de forma insaciable. El tema de los indultos es sumamente clarificador.
Las palabras pueden usarse sabiamente, pero también de forma canalla. A base de machacar con la mentira y la desvergüenza, la derecha y los medios afines -son tantos- pretenden que el electorado -¿será tan ciego?-castigue a Sánchez para así ganar ellos las elecciones. Tendrá que ser por mayoría absoluta para poder formar gobierno junto a Vox -podríamos añadir.
Quizás el pueblo español en su ceguera no sólo haya olvidado la historia y perdido la memoria, sino también la capacidad de imaginar y prever: de pensar y hacer las cuentas de toda la vida. Porque un gobierno en Madrid de derechas duro y dispuesto a reprimir, es el escenario deseado por el indepentismo catalán más radical que vería cercano su objetivo de aumentar el porcentaje de adeptos a su causa. Hagamos las cuentas. Según las encuestas, hay un 70% del electorado en Cataluña favorable a los indultos, lo cual significa que hay casi un 30% de catalanes no independentistas que los apoyan. Qué pensarán estos catalanes cuando ven que fuera de Cataluña no se les entiende. La desafección y el desencuentro es el germen del separatismo. De modo que un gobierno franquista en Madrid desarmaria de argumentos y echaria en brazos del independentismo a esa parte importante del electorado que hasta hoy no está a favor de la independencia. Pensemos especialmente en la izquierda de En Comú Podem y PSC. Así, los porcentajes de adhesión a la independencia, hoy lejos todavía del 50%, subirían sin duda a más del 60%, lo que haría imparable el procés. Y de camino la ruptura de la unidad de España puesto que ese escenario resucitaria y haría irrefrenable las ansias de independencia tambien en el País Vasco, hoy a la baja. El “España se rompe” hecho realidad. Y quizás no fuera la pérdida de la unidad de España el problema más grave, sino el terrible modelo de pais que nos quedaría: desgajadas e independizadas Cataluña y el Pais Vasco, el déficit democrático en el resto del país es mejor no imaginarlo. Otra vez la España más negra.
Para las generaciones mayores, otro retroceso más para añadir en la ya larga e insoportable lista de las palabras de Ramon Carande. Para las generaciones jóvenes, un estrenarse en el desencanto; y un lamento de todos los demócratas -“no lo vimos venir”- que con su complacencia no hicieron nada por evitarlo.
Ya sabemos: de todas las historias de la historia, la más triste es la nuestra. Siempre demasiados retrocesos. ¿Hasta cuándo?