A veces lejos es una intuición de la mirada, una ausencia en la piel, o simplemente un sentirse desubicado y no encontrar nuestro lugar en el mundo. El lugar en el mundo para Nevenka Fernández no fue su Ponferrada natal, la ciudad que amaba, tampoco España. Nevenka vive lejos…
Lo dicen sus ojos – a veces unos ojos lo dicen todo- en el documental -magnífico- que acaba de estrenarse en Netflix. Un documental puede ser un poema sobre la épica de la dignidad contra el acoso; y también un referente sobre el aprender a mirar, cuando mirar es mirar hacia dentro para encontrar las palabras. Lo dicen sus ojos; también su voz. Así que pongamos como protagonista de este texto a la palabra y a la mirada. Hablemos del mirar y del nombrar…
PALABRAS.
Dignidad. “Tengo veintiséis años y dignidad” decía Nevenka en la rueda de prensa convocada entonces para denunciar el acoso del alcalde y presentar su dimisión. Las palabras son así. Nos construyen. Así que pongamos que dignidad es la palabra a la que se agarró Nevenka como tabla de salvación para no sentirse perdida, para sobrevivir. Como amante del valor de las palabras me gusta la idea de que éstas tengan esa máxima utilidad, la de salvar vidas. El máximo valor…
Inteligencia. Cuenta también Nevenka que el rey de entonces -tan a lo suyo- le dijo que era muy joven y muy guapa; y que ella añadió: “también soy inteligente”. Las palabras a un rey deben imprimir carácter. Seguramente, a esas mismas palabras se agarraría durante aquellos días infames para empezar a creer en sí misma y no hundirse en la vorágine que vendría después. Una mujer inteligente nunca se da por vencida. Ni por inteligente, ni por mujer…
Acoso. La miras en las imágenes de archivo en el documental, joven y guapa; y te enamoras hasta dolerte que por ser joven y guapa fuera también apetecible, para que el tiburón de turno se propusiera convertirla en víctima de su acoso. Dice su psiquiatra que la propia Nevenka no sabía que lo que le estaba pasando correspondía a un acoso. “Nunca jamás había oído esa palabra… Le pusimos nombre a lo que me estaba pasando y ahí empezó la recuperación”… Nos cuenta ella misma como para convencernos de la necesidad e importancia de nombrar y para certificar el valor curativo y sanador de las palabras.
Dignidad, inteligencia, acoso… Son palabras del mapa que construyen el relato necesario para que Nevenka se salvara. Así que, de algún modo, digamos que la literatura salvó a Nevenka. Eso me digo escuchando las intervenciones de Juan José Millás en el documental y que nos conducen a su libro “Hay algo que no es como me cuentan. El caso de Nevenka Fernández contra la realidad”.
LA MIRADA
Porque son las palabras, las que cuentan, y también las “no palabras”, las que debemos descubrir porque “hay algo que no es como nos cuentan”. Y de la misma forma, es también la mirada y la “no mirada”. En una está la verdad, tras la otra está el engaño y la vergüenza.
¿Qué pasó para que no la viéramos? ¿Adónde mirabámos entonces que no supimos verla?¿Cómo es que no supimos mirar el dolor de una joven que en el juicio, en un acto profundamente valiente, tuvo que desnudarse y exponerse hasta lo más íntimo para contar y para contarse? Seguramente es así: desnudarnos es un acto que tiene siempre vocación de verdad. Hay que amar muchísimo la verdad para ofrecerse desnuda al mundo. En el caso de Nevenka durante el juicio fue así.
Y al menos ella tuvo suerte. Con todas las circunstancias adversas, en su apuesta por la verdad, encontró el buen hacer de su abogado y de los psiquiatras que la trataron y le animaron a denunciar; también de un juez justo capaz de criticar al fiscal que quedó inmortalizado con aquello de “¿Por qué usted que no es una empleada de Hipercor que le tocan el trasero y tiene que aguantarse porque es el pan de sus hijos…?” Y es que no siempre la victoria moral está tan dispuesta a vestirse de protagonista. ¿En cuántos casos equivalentes, la facilidad con la que se rehabilita al acosador y la dificultad que encuentran las víctimas para rehacer su vida, no le conducen a pensar eso de “si lo llego a saber no denuncio”?.
Y qué decir de la gente de Ponferrada que aparece en aquellas manifestaciones multitudinarias. Han pasado veinte años y el tiempo pasa por todos ¿Cómo se mirarán ahora a sí misma la gente de Ponferrada que aparecen en el documental apoyando a su alcalde? ¿Continuarán con su cierre de filas en su favor o el paso del tiempo les hará verse retratados e indignos por haberlo apoyado públicamente? ¿Volvería esa mujer que aparece en el documental a gritar a la cámara como investida de autoridad moral acusatoria aquello de “A mi no me acosa nadie si no me dejo”? Quizás, a la vez que el tiempo pasa por todos, también el tiempo pase por los pactos de silencio que se hacen para no mirar, para no mirarnos
O qué decir de los medios de comunicación. ¿Por qué esa sensación de que entonces como ahora, en su mayoría estuvieron del lado del poder y del dinero? ¿Por qué los medios de comunicación con su inmenso poder sobre la opinión pública, tampoco supieron ver, ni generar una cultura cívica, y fueron también opacos ante el dolor de la joven? ¿Dónde estuvo ese periodismo “valiente” que se nombra así mismo, de investigación?
Porque ocurre que tenemos como sociedad una forma un tanto extraña de entender la rehabilitación de la víctima. Mientras el alcalde seguirá viviendo en su pueblo y paseando por sus calles, Nevenka vive lejos. Víctima y lejos pertenecen también al mapa de palabras que hacen de ella una pionera, una mártir de la causa feminista, la del “me too” o el “yo sí te creo” que hoy, después de veinte años, aparece más sólida. Pero que apenas nos hace entrever el poder entender de la soledad del mártir, porque en ese momento nadie le garantizaba a Nevenka que estaba emprendiendo una batalla de futuro que ha devenido en mejor gracias también a ella que vive ahora lejos.
Así es, Nevenka vive lejos… En las imágenes últimas del documental se le ve feliz en su casa, con su familia, y pasear plácidamente por el campo y por la orilla de una playa. Quizás la cercanía del mar colabore a que esas imágenes nos puedan hablar doblemente de la necesidad de exilio y de la felicidad como conquista. De la necesidad de exilio porque todos nos hemos sentido alguna vez tentados a renunciar a este país que tantas veces parece dispuesto a defraudarnos. Y de la felicidad como conquista, porque sólo una felicidad enorme puede construirse sobre el olvido con la solidez suficiente para contrarrestar el duro reto de enfrentarse al profundo desarraigo de vivir lejos, de encontrar lejos tu lugar en el mundo.
Nevenka vive lejos. Me lo repito como acostumbrándome a un apellido -vivir lejos- que asocio a su nombre con un sentimiento de injusticia, de orfandad, y de pérdida. Nevenka vive lejos porque no supimos nombrarla y mirarla y Nevenka vive lejos porque quizás, por no saber nombrarla y mirarla, tampoco supimos merecerla.
Extraordinario, Manolo, verdaderamente extraordinario!!