VENDIENDO EN LA ESCUELA PÚBLICA

La escuela no es un mercado, sino un espacio dedicado a facilitar el derecho a la educación.

Estamos de lleno en el procedimiento de admisión y matriculación del alumnado en los centros docentes sostenidos con fondos públicos en nuestra comunidad autónoma. Pronto nos veremos bombardeados por parte de los centros con infinitud de iniciativas de origen comercial ya clásicas en dicho periodo. Iniciativas como jornadas de puertas abiertas; este año en formato digital, trípticos con las excelencias de los centros, vídeos propagandísticos, eslóganes y fotos de niños y niñas con sonrisas perfectas mientras aprenden. Esta forma de hacer emana directamente de la propia Consejería de Educación que destina ingentes recursos y esfuerzos a dichas campañas para compensar la falta de transparencia y un concepto de rendición de cuentas un tanto particular.

No voy a ser yo quien le diga a nadie lo que hacer, pero si me gustaría recordar algunas cuestiones fundamentales del asunto que nos ocupa a los centros educativos públicos.

Los centros educativos públicos somos la institución por excelencia, en nuestra sociedad democrática, dedicada al difícil oficio del ejercicio de uno de los derechos fundamentales consagrados en nuestra Constitución, como es el derecho a la educación. No somos empresas o negocios que tienen que publicitar sus productos, sus servicios y sus excelencias. No tenemos que buscar clientes. Ni tenemos que posicionarnos en el mercado. Los centros educativos públicos no nos dedicamos a esto. No podemos caer en esa trampa tan bien diseñada y situada en el camino. Como servicio público que somos no podemos distraer esfuerzos en campañas publicitarias. Nuestra función no es encender las luces de neón para deslumbrar y atraer. Tenemos que destinar todos y cada uno de nuestras energías en mejorar nuestros centros y la educación que ofrecemos.

Con estas iniciativas estamos trasmitiendo la falsa idea a las familias que son clientes. Que son consumidores de un producto o servicio. Los ponemos frente al escaparate, frente a los comerciales televisivos para que ellos elijan los mejores productos. Los reposicionamos frente a la educación pública, no como lo que son, ciudadanos con dignidad humana de la cual emana su capacidad individual para ejercer un derecho y por la cual quedan obligados todos los poderes públicos. Los giramos, distraemos su mirada y les susurramos a oído que elijan ellos y que compren el mejor producto. Les hacemos responsables, a ellos, a las familias, de acertar con la Educación de sus hijos. Liberando, así como el que no quiere la cosa, a las instituciones educativas públicas de la responsabilidad que al respecto tienen. Hacemos que entren en una aparente competencia entre familias por las mejores plazas. Les entretenemos para que no estén haciendo lo que les corresponde. Que es exigir lo que les es propio por derecho. Que es que como ciudadanos y ciudadanas requiramos que el derecho a la educación que tienen sus hijos e hijas se desarrolle con los mejores recursos materiales y humanos y en las mejores condiciones posibles en todos y cada uno de los centros, como hacen otros países.

Este reposicionamiento hace el juego perfecto a la renuncia del estado de sus responsabilidades, en todas sus formas, Comunidades Autonómica incluidas, por tener las competencias transferidas, con respecto a este derecho y a las condiciones que se desarrollan.

Debemos ser trasparentes. Debemos informar. Debemos hacer visible lo que hacemos. Debemos hacer visible lo que no podemos hacer por falta de recursos, por falta de tiempo. Debemos cargar de argumentos y razones a las familias para exigir, de la mano, la educación que se merecen nuestros hijos con los muchos impuestos que pagamos. Debemos hacer evidente dónde deben mirar y no distraerlos en concursos por las plazas educativas.

Los ciudadanos no deben tener que elegir donde ejercer sus derechos en las mejores condiciones, sino exigir que en todas las instituciones éstos se ejerzan con garantías. Cualquier elección debe hacerse con suficiente información y criterio y no basada en campañas publicitarias que enseñan lo que les interesa y ocultan lo que no. Si delegamos esta responsabilidad en las familias,fomentaríamos la reproducción social de las desigualdades, ya que las familias con más formación e información, con más conciencia de la importancia de la educación de sus hijos e hijas e incluso con más tiempo podrían realizar una elección más acertada. Y precisamente el sistema educativo público debe buscar totalmente lo contrario

Este modelo cuasi mercantil está fuertemente ayudado por la universalización de las zonas educativas disfrazada de libertad de elección y que en realidad es un claro ejemplo de pérdida de calidad del Sistema Educativo en su conjunto. Y no me refiero a esa idea falaz de calidad actual, ya asentada, no desinteresadamente, en los resultados de los mejores, en el número de sobresalientes. Sino a la real calidad educativa que está ligada indisolublemente a igualdad de oportunidades, tengas las circunstancias socioeconómicas que tengas, y a esa capacidad de ascensor social que ha perdido el Sistema Educativo en menos de dos décadas.

En un sistema educativo público bien organizado, bien planificado y con los recursos suficientes el centro educativo al que tengan que ir nuestros hijos e hijas debe ser irrelevante, ya que cada uno de ellos tiene que ofrecer las mismas y mejores condiciones y debe proporcionar las mismas oportunidades.

Manuel Béjar Prado
Director del CEIP Purísima Concepción
La Algaba (Sevilla)

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