En este comienzo de curso, y al final del pasado sobre todo, venimos
asistiendo a un enfrentamiento entre la administración educativa
y algunos padres de alumnos de escuelas concertadas. El asunto en cuestión
son las plazas escolares que se ofertan y las expectativas de los padres
con respecto al mantenimiento de sus hijos en determinados centros docentes
que mantienen conciertos con la administración y que tienen un cierto
prestigio social.
Así mismo asistimos a una creciente demanda de plazas escolares
concertadas, a continuas apariciones de noticias en la prensa sobre las
excelencias de la escuela privada, sin que queden claros los límites
entre ésta y la concertada, sobre la pública, a la vez que
a una acumulación de "información" sobre incidentes disciplinarios,
cansancio del profesorado, deterioro del clima escolar, desprestigio de
contenidos y resultados, denuncias de padres,... en la escuela pública,
como si estos "males" fueran privativos de ella en exclusiva.
A mi entender, la existencia de un sistema bicéfalo de la enseñanza
sostenida con fondos públicos acrecienta los problemas que atañen
hoy a la Escuela Pública, a la imagen que de ella se proyecta y
que asumen como real la mayoría de los ciudadanos. Esta bicefalia
la consideramos fruto de una situación histórica y de una
falta de coraje político que impidió acometer la necesaria
distinción y apuesta por un sistema público, y de titularidad
pública de los centros, y que además terminó institucionalizando
en la LODE ese doble sistema de centros sostenidos con fondos públicos,
de tal manera que hoy hemos de preguntarnos qué es lo Público
para tratar de definir qué entendemos por Escuela Pública
y cual sería nuestra posición con respecto a ella.
Por lo público entendemos aquello que es de todos y a todos sirve,
aquello que se apoya en valores ampliamente compartidos, que se sostiene
con el esfuerzo de todos y que está destinado a la generación
de bienes para que sean disfrutados también por todos. No dudamos
que la amplitud de esta apresurada definición puede acarrearnos
algunos problemas pero también gracias a ella podremos abordar el
asunto de manera amplia y, así lo intentaremos, desprejuiciada.
Según lo dicho la Escuela pública sería aquella
que, sostenida con fondos públicos, y controlada públicamente,
asumiera en su seno la pluralidad social, que compensara desigualdades,
que estuviera gestionada democráticamente, que proyectara a través
de su práctica la formación de un ciudadano libre, crítico,
comprometido y solidario. Una escuela laica, respetuosa con las diferentes
creencias o descreencias pero ajena a las prácticas doctrinarias,
y que sirviera de articuladora social en torno a un conjunto de valores
cívicos ampliamente compartidos.
Desde luego que esta escuela, que no ha existido nunca en nuestro país,
si acaso como proyecto no realizado durante la segunda república,
pero para nada en el pasado inmediato o reciente ni en el proceloso presente
globalizado, esta escuela así definida no es privativa de lo que
se conoce como escuela estatal, tomado aquí el término estatal
en su sentido más amplio, siendo buena prueba de ello las experiencias
diversas, si bien no múltiples, de escuelas concertadas, de "colegios"
concertados, que ejemplifican ese modelo de escuela definido más
arriba bastante mejor que algunos de titularidad pública.
Ahora bien, hoy al hablar de la escuela, pública o concertada,
al hablar de instituciones educativas, hemos de hacer mención necesaria
al marco político, social, económico e ideológico
desde el que hablamos, pues si toda institución social ha de enmarcarse
necesariamente en dichos esquemas, en el caso de la Escuela, estamos hablando
de una institución especialmente sensible a dichos parámetros,
tanto por su propia organización y dinámicas internas, como
por las expectativas, ( reales o no, colmadas o no, justificadas o no),
que genera entre la ciudadanía, así como por su matizada
capacidad de autonomía y posibilidad de incidencia en los procesos
sociales.
El marco económico neoliberal que hoy nos ampara, caracterizado
por la precarización del empleo y por la globalización de
las comunicaciones, justificado ideológicamente en el llamado pensamiento
único, proyecta una fuerte tendencia a la individualización
de los procesos (Sánchez Ferlosio llama a esto la invasión
de lo público por lo privado, la privatización del espacio
público), justificándola como conquistas de espacios de libertad,
confundiendo la sociedad con el mercado y considerando al ciudadano fundamentalmente
como un cliente cuya máxima libertad es la de compra. En este marco,
y dentro siempre del mundo occidental, aunque sea en su extremo sur, desde
el que hablamos, asistimos a una reconversión y privatización
de ciertos logros que tuvieron lugar en la que conocimos como Estado del
Bienestar. Dentro de estos procesos de desaparición o precarización
de dicho Estado del Bienestar la Escuela Pública es un claro ejemplo
de lo que decimos: su consideración de bien público se ha
deteriorado, aunque siga siendo una propiedad social, a favor de una consideración
de la misma como mercancía. Como tal mercancía la enseñanza
de calidad se asocia con aquella que tiene un precio mayor, y su prestigio
estará en relación directa con la dificultad de su acceso.
En consonancia con lo dicho asistimos a un deterioro de la Escuela Pública
frente a la Privada, apareciendo ésta como algo más en consonancia
con el sistema de valores que sustenta el marco social actual y quedando
relegada la primera a unas funciones de asistencia social. Incluso la caracterización
de la Escuela Pública como un espacio más democrático
y menos disciplinario, más público, en definitiva redundancia,
creemos que la convierte en algo no deseable, algo de menos valor frente
a otros marcos elaborados a la medida, excluyentes de ciertas contaminaciones
y que situamos en la Escuela Privada.
En relación con esto reproducimos a continuación unas
palabras de Julia Varela: "Quizá en este momento la escuela pública
es un dique que, de alguna forma, sigue sirviendo de freno a unas relaciones
totalmente mercantilizadas, es un espacio de sociabilidad que nos ayuda
a entender el mundo social mercantilizado como un campo en el que sólo
tiene cabida un individualismo ferozmente posesivo".
Por todo ello reclamamos a los poderes públicos, al poder político
más concretamente, en cualquiera y todos sus ámbitos territoriales,
una apuesta decidida por la defensa de la escuela pública. Dicha
apuesta no consiste a nuestro entender en un incremento de discursos justificativos,
en última instancia de la excelencia del ejercicio del poder, antes
bien, pensamos que pasa necesariamente por gastar en la escuela pública
lo que haya que gastar para conseguir los niveles de calidad que nos acerquen
a esos ideales antes expuestos, para conseguir que la escuela, junto a
otras instancias, pueda ser un marco más de compensación
de las desigualdades, y no únicamente el escenario para discursos
huecos y demagógicos.
Esta exigencia de compromiso queremos hacerla extensiva, así
mismo, a las organizaciones sociales: sindicales, ciudadanas, etc., a las
que vemos demasiado ocupadas consigo mismas y un tanto olvidadas de aquellas
instituciones en las que se concretan sus compromisos sociales, en las
que se llevan a cabo prácticas, tanto profesionales como administrativas,
que favorecen, obstaculizan e incluso impiden, la consecución de
los objetivos últimos de la institución educativa.
ANDRÉS GARCÍA DÍAZ- Profesor de Educación
Secundaria en el IES ALIXAR de Castilleja de la Cuesta. Miembro de la ASOCIACIÓN
REDES.