COSAS DE CASA: EL EJIDO

    Es difícil permanecer impasible y/o despreocupado después de leer o ver
en los medios de comunicación lo que ha pasado en Almería. Hasta hace unos
días los racistas estaban en Austria, muy enfrascados en sus estrategias
para formar gobierno con un partido de la derecha democrática . Pero, no;
está aquí. Quemar automóviles y propiedades de gente inocente -ya que el
único culpable del asesinato estaba ya detenido-, perseguir a personas que
tenían ya el miedo en el cuerpo, tomar una población, que es de todos, con
grupos descontrolados campando a sus anchas, es racismo, porque el objeto
de las iras es un grupo de individuos de otra raza.

    Observando las fotos y las filmaciones de la muchedumbre fuera de sí,
podemos ver a gentes de distinto sexo y de distinta edad, aunque no
parezcan de distinta condición. Podemos ver también a jóvenes.  Es evidente
que la educación en el respeto a la pluralidad o no era de su época o no ha
calado muy hondo en esos desgraciados, que a la voz de un "listo" se echan
a las calles para "defenderse" de sus propios miedos. O es posible también
que sus profesores programaran mal los temas transversales o no los
incorporaran a sus programaciones de Matemáticas, Ciencias, Lengua o
Sociales.

    En cualquier caso, es bastante descorazonador que los valores
educativos, que seguramente han estado presentes en los diseños
curriculares, pesen tan poco cuando se desata - cuando alguien desata - las
furias populares de la sinrazón.

    Se puede culpar al sistema educativo de esto como de tantas otras
cosas. Y ciertamente es un fracaso del sistema educativo. La pregunta que
queda por contestar es si es posible educar en valores siempre o sólo
cuando no existen otras tensiones dentro de la comunidad en la que
necesariamente se incardina el proceso educativo. Si sólo cumple su función
en comunidades no tensionadas, nos podemos evitar una concienzuda
programación transversal de educación en valores. Fracasa el sistema
educativo, pero fracasa también, y ciertamente antes, el equilibrio social
de la comunidad.

    Pero si no lo hacemos, si abandonamos las posibilidades educativas
universalistas,  será como tirar la toalla y encerrarnos de nuevo en el
"mágico" mundo de nuestras materias, socialmente correctas. Ya no confiamos
en el intelectualismo moral ni en el regeneracionismo educativo, pero una
escuela viva tiene que dar respuesta a los problemas de la comunidad,
favorecer la superación de las tensiones y ayudar a ver en el otro un OTRO
como tú, con luces y sombras propias.

No sé qué harán los maestros de El Ejido cuando las escuelas abran otra vez
sus puertas. Por mi parte, pienso revisar la programación de la
transversalidad de mi centro. Y soy de Latín. Y sé qué me voy a encontrar.

PEDRO ANGEL JIMÉNEZ MANZORRO